Besarla

Recuerdo una tarde tenue. Estaba cansado, había trabajado toda la tarde sin parar. Pero ahí estaba yo sentado con una hermosa chica en una escalera vieja y desgastada. Al fondo sonaba un reggae suave, la verdad no me concentré casi en eso. Desde esas escalas logramos apreciar un hermoso atardecer de colores cálidos, era algo fantástico.

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Aunque en lo único en lo que me pude concentrar fue en ella. Era hermosa. Su cabello era tan negro como la misma noche, su piel era suave como el pétalo de la primera flor de la primavera, sus enternecedoras pecas me daban la sensación de paz. Pero lo que más me llamaba la atención eran  que sus ojos cafés, me miraba fijamente. Esa sonrisa me hacía pedir que aquel momento se congelara para siempre.

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La conversación que teníamos hizo que las horas se hicieran minutos y estos se volvieran segundos. A medida que hablábamos noté que nuestros rostros se acercaba levemente, era comparable  con  la atracción que siente la tierra por la luna. En ese momento nos besamos, la mezcla de sensaciones era incomparable: quería que ese momento nunca acabara.

En ese instante caí de la cama y con el estruendo me di cuenta que todo había sido un sueño. Lo más triste es que era el día más lindo de mi vida y, lastimosamente, fue un sueño.