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Café

Autora: Anónima

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Cada vez que siento el olor a café me transportó a mi niñez: cuando me levantaba a las 4:30 a despedir a mi padre, era una sensación muy extraña, pues por mi cabeza pasaban muchas cosas. Tenía muchos sentimientos.  Por un lado, tristeza, pues mi padre se iría por largo tiempo. Por el otro estaba la angustia, debido a que su trabajo es algo riesgoso, siempre corría un escalofrío por mi cuerpo, a pesar de que sus viajes se hacen desde que tengo conciencia.

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Pero ese peculiar y delicioso olor a café solía darme un poco de tranquilidad, algo que me decía que todo iba a salir bien y que mi padre regresaría a casa lo más pronto posible.

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Hoy en día tengo 16 y aún me da tranquilidad el olor a café, aunque tengo todos esos pensamientos que me revuelven la cabeza, sé que papá pronto llegará y mami lo recibirá con un beso, un abrazo y una taza de café caliente. 

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En este momento no vivo con mis padres y extraño ese olor café en las madrugadas para despedir a papá y sentarme con mi mami a tomarlo mientras esperaba que fueran las 5 para ir al colegio. Me encanta el café, podría decir que soy adicta a él. Me encanta tomarlo en las madrugadas, no soy tan buena preparándolo, siento que nunca queda en su punto, pienso que no hay café como el que hace mamá y, hoy que no estoy con ellos, extraño ese olor con la misma intensidad como los extraño a ellos.

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