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MI REGALO DE 15

Autora: Anlly Karina Meneses Ríos 

Grado: 11

Para mi decimoquinto cumpleaños, mi madrina me dio como regalo un paseo a Cartagena, lo que me emocionó mucho ya que nunca había conocido la costa, y esta sería una gran experiencia para mí; cabe decir que el paseo era en junio, y ella me aviso en marzo, por lo que esos 3 meses de espera se sintieron casi interminables.

 

Cuando por fin llegó el tan esperado día, no saben lo entusiasmada que estaba, era la primera vez que iba a viajar a un lugar así, y en mi cabeza comencé a pensar en todo lo que iba a hacer cuando llegara. ¿recuerdan cuando eran niños y era navidad? ¿recuerdan ese sentimiento de felicidad y emoción?; así me sentía yo, era como si estuviera viviendo una aventura llena de sorpresas y yo era la protagonista.

 

Llegamos al hotel donde nos íbamos a quedar y mi prima y yo nos acomodamos en nuestra habitación, para después salir a escondas del hotel, aprovechando que mi madrina estaba en una habitación diferente y había decidido dormir un poco.

La playa quedaba justo al frente así que no tuvimos que caminar tanto, el clima era caluroso y las personas que caminaban por las calles de Cartagena estaban vestidas con ropa ligera como shorts, vestidos, pantalonetas, y algunos caminaban en sandalias.      

el cielo era azul claro y había algunas nubes, y el aire sentía un poco pegajoso debido a la sal del mar, o eso es lo que dicen.

También se sentía un olor muy tenue a comida debido a los vendedores ambulantes que había alrededor.

 

Cuando llegamos a la playa no podía creer lo que mis ojos veían ¿ese era el mar? era enorme, es como si no tuviera un fin; el color del agua era azul, y a medida que se extendía se veía como un degradado, era una vista maravillosa. Alrededor había varias personas: niños que jugaban en el agua con sus extravagantes y coloridos vestidos de baño, personas que estaban tomando el sol a la orilla, y también otras que se sentaban a la sombra de las palmeras sobre la blanca arena y aprovechaban para comer algo o tomarse un refresco.

 

Recuerdo en ese momento haber cerrado mis ojos y haber sentido por un momento, que todo lo que estaba a mi alrededor desaparecía, la arena caliente bajo mis pies, las olas del mar y el graznido de algunas aves, era todo lo que podía sentir y escuchar:  era como si solo fuéramos yo y el mar … y ese sentimiento me lleno de serenidad.

 

Esta ha sido una de las mejores experiencias que he tenido, y los recuerdos que quedaron grabados en mi mente de ese momento jamás desaparecerán.

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No hay que olvidarlo

Autora: Laura Salazar Carmona
Grado: 11

Crecí en una casa grande de fachada amarilla ubicada en una de las esquinas de mi conjunto, las ventanas y puertas eran color mármol, una de las habitaciones daba hacia un hermoso patio lleno de plantas y trofeos de mi abuelo, pues es un gran ciclista. Allí, en ese patio hay una biblioteca que comparte espacio con los triunfos de mi abuelo. mi abuela, (muy al contrario de su esposo) es una mujer bastante inteligente, fue profesora de literatura durante muchos años, de hecho, otorgo todos mis conocimientos académicos a ella.

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Mi madre, a pesar de haber vivido mucho tiempo con ella, nunca le importé demasiado, supongo que era porque le recordaba a mi papá, ese ser que la había herido tanto. Por ello nunca busqué culpables dentro de la relación tan distanciada entre ella y yo. 

Seguí viviendo en esa casa tan grande y a su vez tan llena de recuerdos.

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Cuando tenía doce años Damaris, mi tía, regresó a casa de mis abuelos, pues su matrimonio había terminado o bueno, su matrimonio había terminado con ella. Con ella aprendí a ser un poco más humana e incluso admito que en muchas ocasiones ella llenó ese vacío de afecto parental, que a veces me hacia falta.

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Un día de tantos regresaba con Damaris de algún centro comercial al que habíamos ido, muy seguramente a manera de ocio pues estábamos en vísperas de mis dieciséis. Caminando hacia la esquina donde se encuentra mi casa un hombre nos empezó a gritar a través de la reja de mi residencia, era de tez oscura y una mirada penetrante, por un segundo no sabíamos quien era y porque nos miraba tan fijamente, pero Damaris entendió lo que sucedía, era mi padre.

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Damaris notó que yo no me sentía muy bien, estaba en un estado de somnolencia pues era la primera vez que lo veía, ella me dirigió a mi casa y volvió a salir para hablar con él, Gustavo, mi papá. siempre fue un hombre de grandes ambiciones, una lastima que sus ambiciones negaran su capacidad para afrontar la derrota, mi padre nunca buscó a mi mamá después de tenerme pues su panadería no daba frutos y no quería llegar con miserias donde ella. No sé si la tristeza o la desesperación lo consumieron, inició una adicción que trascendió a mayores y lo llevó a la vida de la calle. Luego de ese día mi papá prometió regresar alrededor de tres días para conocerme un poco más. Durante esos tres días esperé impacientemente e incluso cancelé todos mis planes, nunca llegó.

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Una semana después acorde a lo inesperado decidió ir, bastante apenado por la situación. Mi padre sufre de demencia, las drogas y la calle lo han conducido a esas amargas circunstancias, me gustaría decir que fue una grata experiencia, pero no lo fue. La sala de mi casa quedó impregnada durante dos días a ese olor dulzón de habitante de calle, mi padre recayó, a veces llama en busca de ayuda en medio de sus viajes al inframundo.

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foto de autoría de Laura

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