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Mi Vida... Una novela. 

Historia de cuarentena. 

Autora: Camila Urrego.

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 Aquella oscura mañana de marzo me encontraba en mi hogar; un poco estresada, deprimida, triste y tal vez con otros sentimientos más que emanaban mi desesperación puesto que la situación por la pandemia del covid-19 ya estaba llegando a nuestro territorio colombiano, por ende se tuvieron que tomar medidas estrictas; una de ellas fue el confinamiento por parte del gobierno nacional, a causa de esto mi vida estaba volviéndose monótona y el encierro estaba jugando en mi contra. Tenía preocupación por mis familiares en el extranjero, por los amigos que más aprecio y por mi pareja que se encontraba en otra ciudad, en la cual tenía mayor riesgo al contagio. Cosas así solían ser motivo de preocupación en mi diario vivir, lo bueno era que por raro que pareciera,  encontraba la tranquilidad en la música y me disponía a escuchar a Bunbury, Cerati y a  AlcolirykoZ, pero ya no era así.

 

En las horas de la tarde comenzó a llover, pero como por divinidad salió un arcoíris que hizo que la tormenta desapareciera. Eran las 2:00 de la tarde, cuando de repente uno de mis hermanos llegó a mi hogar con la loca idea de que teníamos que sacar a mis padres de la ciudad por protección y no sufrir el riesgo de contagiarse. Todo pasó tan rápido que a lo largo cinco minutos, mis padres ya estaban empacando lo poco que pudieron agarrar de los cajones. Mientras todo pasaba, en mi mente solo se maquinaban ese tipo de novela política colombiana que suelo leer a diario, en la cual los grupos armados suelen desalojar a los campesinos de sus fincas y estos solo contaban con 5 minutos agarrar lo que podían empacar en sus tres o cuatro maletines y huían en rumbo de una vida que  les había arrebatado la violencia.

 

Suena peculiar, pero esto me causaba risa porque mis padres ya se habían encontrado en esta situación años antes de mi nacimiento y yo solo pensaba, ¡Diablos! Qué ironía la vida, ¿terminaría yo siendo un personaje de estos libros que tanto amo leer? Pensamientos así me llevaban hacia un trance que me hacían perder razón de tiempo y espacio en el que me encontraba, mientras que en mi exterior daba apariencia de estar en shock, minutos después volví al mundo y junto a esto llegó la decisión que cambiaría mi vida; ¿Tendré la valentía de irme con mis padres, pensando que podría correr el riesgo de no volver a Medellín? Por un momento lo pensé, pero en cuestión de segundos me arrebaté a empacar mi ropa, en ese mismo momento mi hermano me gritó desde afuera que ya estaba subiendo todas las cosas al carro, así que me apuré y agarré lo más importante e indispensable y bajé junto a ellos. Mis padres, mi hermano y yo nos pusimos los tapabocas, guantes, antibacterial y cada uno agarró su tarro de alcohol y emprendimos el viaje. La ciudad se asemejaba a esas palabras que mi escritor preferido Mario Mendoza relataba en sus libros haciendo énfasis a la Bogotá inhóspita, grotesca y en sus noches  solitarias; lo más inusual era que esta vez se trataba de mi bella Medellín.

 

Al pasar dos horas, pasamos el primer reten de policías y en ese momento sonreí puesto que sentí que la valentía recorría mis venas; pasamos tres pueblos, no nos detuvimos a alimentarnos ya que nuestra principal meta era llegar lo más rápido posible, pasaron dos horas más y al fin llegamos a un pueblito a las afueras del municipio de Anzá, donde vive toda la familia materna, llegamos y de inmediato cumplimos todos los requerimientos de desinfección, comimos y nos quedamos dialogando hasta las once de la noche. Por primera vez en todo este tiempo no sufrí de mi insomnio habitual, lo cual me causaba alegría, comencé a rehacer una etapa de mi vida, de modo muy sorprendente y nuevo para mí, me he encargado de cuidar a mis padres y desde marzo todo ha sido actos de valentía en mi corta vexistencia; actos insignificantes que jamás creí experimentar y que me hacen ver la vida de una manera diferente, apreciar las pequeñas cosas, despojarme de lo material y aprender a vivir con lo mínimo.

 

Ya llevo más de un mes en el campo y mi vida cambio, me volví la persona responsable de mis padres, aprendí múltiples actividades y también desperté otras habilidades que no sabía que tenía. En fin, solo me queda decir que mi vida se convirtió en uno de esos libros en los que cada capítulo te sorprende incluso más que el anterior.

 

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