Era un septiembre frío, pensativos y con el virus asechándonos, mi fiesta de 15 estaba perdida, todo olía a virus y yo quería que oliera a ropa nueva mezclada con color azul y champaña, aparte de todo lo necesario comenzando por el dinero y las ganas, el celebrar estaba entredicho, teníamos que cuidarnos como aún hoy en día después de un año, pero no era fácil, y la tristeza, la ira y el odio llenaban mi vida.

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Me fortalecí para saludar a mi papá y a mi mamá, y pedirles que buscáramos soluciones, ellos me vieron decidida y emocionada en ser recursiva, ya había identificado estratégicamente una vecina que hacia unas tortas dulces y llenas de arequipe, que sería un platillo especial para la fiesta, mis padres prometieron pensar y se fueron caminando por las calles de mi barrio… De repente recordaron a un viejo amigo con un pequeño restaurante llamado “Carpión” Un poco alto pues queda en un tercer piso, pero acogedor y escondido.

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Juan el dueño del restaurante se sorprendió por la solicitud que le hicieron mis padres de hacer una fiesta con la amenaza del virus y casi que a escondidas, él puso mil reglas y normas adicionales, el gel, el tapabocas, y hasta una fumigación, no sin antes pedir que fueran muy pocas personas, en fin, él entendió lo importante que era para mí celebrar mis 15 años con mi familia y mis amigos.

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“La constancia vence lo que la dicha no alcanza”, nos propusimos mi familia cercana y lejana, mis padres, y yo, y todo lo propuesto se fue dando, nos encomendamos a Dios para que todo saliera bien y nos protegiera, y hablamos con los policías del CAI cercano, con los cuales pudimos negociar sobre el volumen de la música, el evitar cualquier pelea, y que los invitados no pasaran de 30, luego de enviar las invitaciones, nos preparábamos para escoger mi vestido de 15 años y todas las cosas necesarias para la reunión.

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Llego el día, todo lo necesario se había logrado, todo estaba listo, incluso la asistencia de personas que no se creía y que llegaban con regalos y detalles que me llenaron de alegría y satisfacción. La comida y sus olores fueron pieza clave para disfrutar de la reunión, el dorado, el plateado, y el azul de mi vestido, y como la decoración llenó todos los espacios, sentía el olor de mi vestido nuevo y pude disfrutar de la champaña y del magnífico pastel, sintiendo su olor y su sabor.

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Bailamos, reímos y gozamos, sentí el paso de niña a mujer con las palabras, los actos y los chistes que nos permitíamos vivir en ese momento, al abrir los regalos con mi familia, amigos y compartir el momento con ellos fue maravilloso, el tiempo pasó tan rápido y ahora esto se convierte en un recuerdo, y las fotos quedarán como memoria.